Más allá de imponerte uno u otro tipo de alimentos, o de clasificarlos como buenos, malos, mejores o peores, queremos acompañarte en el camino hacia un estilo de vida con-ciencia. Por eso, hoy te presentamos un tipo de productos que cada vez ganan más espacio en las plazas, los supermercados y los hogares: los alimentos orgánicos. Te damos las claves para identificarlos más allá de aprenderte códigos de barras, seriales, ochos o nueves, sino más bien para reconocer las prácticas que, como comunidad, estamos generando en torno a la creación de hábitos saludables y que, al final, te llevarán a tomar savvyas decisiones.

Cada año, el ciclo se repite: se impone una dieta y con ella, un superalimento, mientras que un nuevo ‘enemigo público’ (bien sea un esquema nutricional, un alimento o ambos) arde en las brasas de la salud y el bienestar. Sin embargo, con los alimentos orgánicos, la historia ha sido diferente pues se viene hablando de ellos hace ya más de una década, pasando de ser la ‘tendencia fit de turno’ a un movimiento de reivindicación de la salud, la tierra y la tradición ancestral.
Y así como el interés del mundo entero por este tipo de productos crece, pasa lo mismo con las dudas, confusiones y hasta mitos originados en torno a su propia evolución. Y es que, si bien la movida del consumo orgánico parte del retorno a la raíz –muy de la mano con el propósito de la medicina funcional, que busca ir a la causa primera de la disfunción–, puede resultar complejo establecer una única del mismo y que aplique para todo el mundo, pues al impulsar el respeto y la conciencia por la naturaleza, dependerá de las condiciones y los ciclos propios de ella que desde siempre han sido imposibles de controlar por nuestra especie humana.
Si bien suenan como LA ALTERNATIVA ideal, no se trata de ser radicales ni de encasillar a los alimentos orgánicos como buenos o malos. Con ellos sucede lo mismo que con los esquemas nutricionales y así como la keto no es mejor que la paleo, o el veganismo, peor que el omnivorismo, no se trata de imponer a los alimentos orgánicos como mejores o peores que los que llevamos años consumiendo, porque han sido los que hemos encontrado en el supermercado.
De ahí la importancia de ofrecerte herramientas nutricionales y con-ciencia, como las que te presentaremos a continuación, para que conozcas, analices qué es lo más conveniente para ti y tomes savvyas decisiones.
Recuerda que, como propone nuestro director científico, el doctor Carlos Jaramillo, “la alimentación es algo de lo que debemos hacernos dueños; solo así podremos entenderla a la luz de la ciencia y la medicina, vivirla y disfrutarla”.

TRINOMIO ORGÁNICO PERFECTO 

Así como la ciencia ha sido clave para entender la alimentación –siguiendo el modelo que resulte savvyo para cada uno de nosotros, bien sea mediterráneo, vegetariano, etc., pues cualquier esquema de alimentación tiene ciencia y bioquímica inmersas– , también hay marketing e intereses particulares, y de manera especial, en la industria alimentaria pues es una de las que más dinero mueve a nivel mundial (te sorprenderá saber que solo en Colombia, según la Superintendencia de Sociedades, 12 empresas del sector de alimentos y bebidas estuvieron en el top 100 de las de mayores ingresos operacionales en 2020 y que este sector representó 3,23% del total del PIB y tuvo ganancias por $4,43 billones de pesos).
Por ello, es importante que conozcamos a ciencia cierta qué son los productos orgánicos y cómo identificarlos no solo bajo esta categoría, sino más bien como una serie de alimentos que pueden ser buenos o adecuados para cada quien.
“Tenemos la gran oportunidad de contar con alimento disponible, tenemos la oportunidad de contar con la ciencia como aliada para entenderlos. Hay ciencia detrás de todos los esquemas que escojas. Pero dentro de cada uno de ellos, pueden meterte los dedos a la boca, cuando te hablan de un buen alimento y de la manera cómo puedes escogerlo”, añade el autor de El milagro metabólico y El milagro antiestrés, el doctor Carlos Jaramillo, quien nos presenta su manera de identificar, en tres sencillos pasos, lo que para él es un buen alimento, lejos de etiquetas, modas o nombres:

1. Entiende si estuvo vivo. Si eliges una alimentación onmívora, que incluya proteínas de origen animal, va por descontado que la fuente estuvo viva. Los vegetales y las frutas, al arrancarlas o tomarlas de la planta o el árbol ya no están vivas, pero lo estuvieron. “Las gomas, la gaseosa y todo nunca estuvieron vivos entonces n cumplen este paso”, explica.

2. ¿Cómo y con qué se alimentó? . Entendiendo que dicho alimento estuvo vivo, es clave saber qué comió o con que fue fertilizado (en el caso del alimento de la tierra, la planta o la fruta); esta instrucción también aplica para el cerdo, la res, el pollo, el pato, el cordero, etc. “porque de lo que él come, de eso está hecho y de eso también empezarás a estar hecho tú. Si él comió transgénicos, tú estás comiendo carne transgénica. Si las semillas , las verduras, las frutas y los cereales están comiendo transgénico, tú también estás haciéndolo. Si lo regaron con químicos, pesticidas y glifosato, tú te estás intoxicando con ellos”.

3. Estudia su nivel de procesamiento. Opta por los mínimos de procesamiento. Ello lo identificas en la etiqueta o visitando al productor directo quien está en su deber de darte a conocer la trazabilidad de su cadena de producción. Un ejemplo de mínimo procesamiento lo tienen la sal o las especias, que son secadas al aire y trituradas o molidas en su forma más pura. “Son mínimos procesos: secar por aire, triturar y pulverizar, por ejemplo, unos huesos de pollo para un caldo de hueso de pollo alimentado en una finca (y con una trazabilidad demostrada como orgánica). Pero es importante diferenciar estos procesos mínimos, para no caer en el radicalismo y la obsesión que terminan en la satanización de esquemas dietarios y de ciertos alimentos”, enfatiza nuestro director científico, el doctor Carlos Jaramillo.

 APRENDE A IDENTIFICAR ALIMENTOS ORGÁNICOS

Partiendo de estos tres pasos, creamos una completa guía para que conozcas e identifiques a los alimentos orgánicos en la oferta creciente de ellos, no solo en los mercados de nicho, sino también en las plazas e inclusive, en las grandes superficies y redes sociales.
Así, podrás tomar con-ciencia de qué tan ideales son, o no, para ti. “Y eso, al final te resolverá un propósito mayor y es por qué y para qué comer; pero un paso a la vez”, como asegura el doctor Carlos Jaramillo.

1. ve a la raíz. Para que un alimento o producto sea certificado orgánico, debe seguir un proceso arduo, comprometido y de seguimiento de entidades estatales de cada país; de ahí la dificultad de establecer estándares de producción y consumo orgánicos mundiales. Y lo primero, será cumplir características de cultivo que son evaluables en el terreno: el método de cultivo empleado, el tipo de riego, el manejo que tuvo el alimento para ser extraído.
Esto aplica no solo para un terreno de cultivo de vegetales, frutas u hortalizas; también para los destinados a la cría de animales de granja; así, para que un terreno sea catalogado orgánico o apto para cultivar o sembrar pasto para pastoreo de animales de granja con fines de producción cárnica y láctea (en los casos que aplique), a pequeña escala, debe certificarse también.

Esta certificación del terreno para cultivos orgánicos vegetales y de animales toma diez años de base, pues se debe demostrar que se trata de un terreno completamente libre de químicos, fertilizantes y sustancias tóxicas que no caben dentro del marco de lo orgánico.
Se trata de un proceso de purificación o recuperación que toma una década, pues han sido terrenos que, como especie, no hemos tratado de la manera más savvya. Nuestros malos hábitos de vida nos ha llevado a cargar estos suelos de tóxicos para incrementar su capacidad de producción y abaratar costos.
De ahí que antes de pensar en certificar tus fresas como orgánicas, deberás garantizar que la tierra de donde las recolectarás también lo es.

2. Prefiere hablar de alimentos en proceso de liberación de sustancias químicas. Dichos terrenos certificados como orgánicos solo existen (muy pocos) En Europa y Estados Unidos (en algunos territorios estadounidenses, resulta llamativo que el proceso de recuperación de un terreno toma solo tres años, según las políticas estatales que determinan esta disposición del suelo apto para cultivar alimentos orgánicos); en Latinoamérica y en nuestro país aún no tenemos el primero y por ello no es posible garantizar un producto cien por ciento orgánico colombiano. Es más indicado referirse a los orgánicos como alimentos que están reuniendo unas condiciones mínimas de salubridad y de liberación de pesticidas, sustancias químicas y toxinas.

3. Revisa el control de plagas. Como la idea es liberar de sustancias químicas potencialmente tóxicas a los alimentos que consumirás, será importante que te cerciores del manejo que el productor le está dando con esos fines de ‘purificación’. Aquí cobra especial importancia que no le sean añadidas más sustancias que pueden resultar nocivas para tu salud y que para controlar las plagas o enfermedades, no se empleen insecticidas ni químicos. Comprueba el uso de plaguicidas de origen natural.

Actualmente, algunos microempresarios desarrollan insecticidas naturales, biodegradables y libres de toxicidad a base de ajo, cebolla y aceite de semilla de neem, proveniente del árbol indio de nim; otros métodos orgánicos de control de plagas se realizan con insectos y hay agricultores orgánicos que, inclusive, y fertilizan sus cultivos con abejas criadas en sus propias colmenas.

4. Duda y cuestiona. Hasta este punto conoces las condiciones de la producción orgánica en Colombia. Así que si te presentan un pollo cien por ciento orgánico o unas hortalizas cien por ciento orgánicas de nuestros campos colombianos, duda de su porcentaje y de la certeza absoluta de que sea orgánico.

Prefiere entenderlos como nuestros alimentos en proceso de conversión orgánica o con mejor trato, respetuosos con las demás especies (a esto debe apuntarle una savvya decisión, si lo que te mueve a elegir un alimento orgánico es la compasión animal y ambiental y no tanto, al radicalismo), con mejores condiciones de cultivo y procesos que los hacen aptos para consumo humano, liberándolos de ciertos tóxicos que nos hacen daño.

5. Conoce sus métodos de riego. Que te digan que son cultivos regados con aguas lluvias, o que el pasto en donde fueron criadas las vacas fue regado con el agua recogida directamente del arroyo local no es garantía total de que sea un riego cien por ciento orgánico. El esmog y los gases de combustión de las ciudades principales, lamentablemente, ya han invadido los campos y las veredas más remotas al viajar por el aire. Ahora, si un pequeño agricultor riega con agua lluvia o proveniente de un manantial de agua mineral, para el purismo orgánico no es un riego cien por ciento orgánico pues los gases tóxicos de las ciudades llegan a las nubes mediante el proceso de condensación y, cuando llueve, el agua cae cargada de gases tóxicos. Para ello, el agua lluvia o del arroyo debe tratarse mediante unos filtros de carbono antes de refrescar el terreno de cultivo y pastoreo.

6. ¿Son, realmente, más costosos? Sí; como habrás leído hasta este punto, un alimento orgánico necesita tratamientos especiales desde el terreno mismo que los acoge. 

7. Economías solidarias. Cuando te involucres en conocer la trazabilidad de la cadena de producción de tu producto orgánico, notarás que hace parte de un modelo de economía solidaria; así que si compras este tipo de productos elaborados por campesinos que rescatan las tradiciones ancestrales de siembra y hacen sus huertas de manera muy artesanal, estarás generando redes de apoyo de microempresas y esto es clave porque pueden surgir iniciativas de emprendimiento sostenible.

Un ejemplo lo dan las granjas urbanas o huertas caseras –que se popularizaron con la pandemia– pues tú mismo puedes aprender (inclusive a través de internet y de las redes sociales) a crear tu propia huerta casera de hierbas aromáticas o algunas hortalizas pequeñas, según el clima de la ciudad en donde te encuentres. Así no solo estás aportando al crecimiento del consumo y la producción orgánicas, sino que estás generando cambios en los hábitos de salud y bienestar de tu propia familia. Y por qué no… podrás crear una microempresa de hierbas orgánicas caseras.

8. Conoce la crianza animal.  En cuanto al abordaje de los alimentos que también caben dentro de las opciones orgánicas, como son las carnes y los productos derivados de fuentes animales, vale la pena tener presente que en las fincas o casas de pequeños campesinos, las aves de corral y el ganado no están ‘almacenados’ en galpones y por ello el riesgo de infecciones disminuye considerablemente; son seres vivos alimentados con comida que también estuvo viva (o está viva, en el caso de los insectos y gusanos que son manjar para las aves) y no, con purinas ni sustancias modificadas genéticamente, hormonas, etc.

9. El empaque, por lo general no existe.  Algunas técnicas ancestrales de envoltorios en hojas de mazorca, de plátano o de bijao son habituales sobre todo en las poblaciones en donde es fácil encontrarlas y disponer de ellas todo el año. Para las iniciativas de alimentos orgánicos urbanas (como las que vemos en la mayoría de ciudades principales o inclusive, en las grandes superficies), las apuestas son: las bolsas reutilizables para los clientes, los empaques individuales que no mezclan materiales orgánicos e inórganicos y facilitan su reciclaje (un ejemplo muy claro de lo que se debe evitar son las cajas de cereal que combinan cartón orgánico, con plástico de un solo uso y que habla por sí solo) o los empaques compostables elaborados a partir de fibras de maíz, cáñamo, piña, etc. y que, además de biodegradarse en un lapso de aproximadamente seis meses, puede servir como abono para los mismos cultivos orgánicos, ya sea puestas directamente en la tierra o en el compostaje empleado como abono. 

10. Abono natural.  Precisamente, del punto anterior, viene el tipo de abono empleado en un alimento orgánico. Y a esto refiere nuestro director científico, el doctor Carlos Jaramillo, cuando habla de investigar ¿qué comió eso que ahora tú comerás? Por lo general, los alimentos orgánicos deben ser abonados con sustancias orgánicas. El ideal es cerrar el círculo, evitando el desperdicio al máximo al reutilizar esa última parte de tu alimento orgánico que no puedes consumir, bien sea como reciclaje o como alimento de tu nuevo alimento, siendo este uno de los aspectos que tienen en cuenta las prácticas regenerativas de la agricultura orgánica.

11. Transporte.  Otro aspecto a tener en cuenta al identificar un alimento orgánico es la forma cómo salió de la pequeña finca productora y llegó a tus manos. La apuesta debe ser al mínimo trayecto en medios de transporte que generen más contaminación, no solo por garantizar la frescura y pureza del alimento, sino por el apoyo de la producción local y por la promoción de empleo de la energía más limpia posible (como es la humana versus el uso de la máquina) en todo el proceso de producción y transporte.
Por ello, los mercados orgánicos suelen ubicarse en puntos estratégicos de los barrios, para que los vecinos accedan a pie o en bicicleta o para realizar por estos mismos medios, los domicilios. Ahora, cuando adquieres tus alimentos orgánicos directamente en la finca productora (por lo general, ubicada en veredas o poblaciones aledañas a tu ciudad de residencia), la reducción de emisiones será una de las alternativas más viables para garantizar la trazabilidad de esta parte del proceso de obtención de un producto lo más orgánico posible. Y ello se consigue mediante el uso de transportes eléctricos o híbridos. También, la iniciativa de los mercados campesinos en parques de barrios y localidades llevados a cabo los fines de semana, son una savvya y democrática opción.

12. Manejo y consumo orgánico.  Ya sabes los puntos que deberás tener en cuenta cuando elijas un alimento orgánico. Ahora será tu turno de darle ese último manejo a tu alimento orgánico y ello lo harás, limpiándolo –pues al no ser tratado con insecticidas ni productos químicos puede contener impurezas, residuos de insectos o de la manipulación durante su cosecha y su transporte– con soluciones que reduzcan el consumo de agua y el uso de jabones y detergentes (una savvya decisión es la tradicional solución de agua y vinagre o cloro). Las carnes deben congelarse de inmediato (cuando son carnes blancas, podrás almacenarlas máximo durante tres meses en tu congelador y las carnes rojas, hasta seis meses) y cuando se descongelan deben consumirse de forma inmediata y no descongelar y volver a congelar.

13. Aprende a conservar.  Hay procesos de envasado, refrigeración y almacenaje en casa para mantener alimentos largo tiempo en el refrigerador y garantizar que tu plato sea provisto de alimentos orgánicos, aun cuando no están en temporada, y a pesar de la poca duración de los mismos.
Son métodos de conservación y fermentación útiles en los momentos de cosecha de frutas y verduras que y que resultan bastante útiles cuando es temporada de cosecha de un alimento y su precio baja considerablemente (aun siendo orgánico), siendo una buena oportunidad para abastecerse y hacer reservas para los posteriores meses de escasez.
Además de exquisitas, son conservas fáciles de realizar y que evitan el desperdicio de alimentos que, anualmente, alcanza cifras preocupantes, a nivel mundial. (Solo en Bogotá, anualmente se se pierden 1'228.000 toneladas de alimentos, siendo el 4,5% de estos, vegetales).

14. Mínima cantidad de residuos.  Que un alimento sea orgánico será evidente en la facilidad y pureza con la que podrás disponer de sus residuos, bien sea como material reciclable o como alimento del que será tu alimento, al caber en tu compostera o en la paca digestora de tu barrio y convertirse, de manera orgánica, en abono para tus plantas, para tu huerta casera o comunitaria o para ese pequeño productor a quien podrás donarle ese último residuo del alimento que le compraste, para que él lo use como fertilizante de tu próximo pedido.

 ELIGE ORGÁNICO EN GRANDES SUPERFICIES

15. Revisa el sticker La fruta de la sección fruver de las grandes cadenas viene con un sticker adherido; si bien algunos son empleados con fines de codificación y facturación. Revísalo siempre pues cuando es de cinco dígitos evidencia el origen del alimento.
Si ese número inicia con nueve, indicará que se trata de una fruta cultivada de manera orgánica. Pero si tiene cinco dígitos y empieza por ocho, quiere decir que ha sido modificado genéticamente, es decir, es GMO y no será tu más savvya decisión.
“Creo que son cosas que debieras tener fuera de tu alimentación, por más de que te digan que son alimentos más favorables porque las plagas no los atacan pues la temperatura es más estable y los hace más resistente, lo cual le ayuda a ser más sostenible”, explica nuestro director científico, el doctor Carlos Jaramillo, quien añade: “y pueda que sea más sostenible para el cultivo, pero no para nuestro cuerpo, pues está absolutamente demostrado el daño que hacen las moléculas genéticamente modificadas. Eso va a a hablar con mi genoma, y es cuando surge la nutri-genoma, o la manera cómo la nutrición se relaciona con mis genes y eso va a determinar muchas cosas de mi salud”.

16. La docena sucia (The dirty dozen) Cada año, la organización estadounidense sin ánimo de lucro Environmental Working Group presenta dos listas en asocio con el Departamento de Agricultura y el de Administración de Alimentos y Drogas: La docena sucia, que indica las doce frutas y verduras no orgánicas con mayores residuos de dos o más pesticidas tóxicos (en especial DCPA, potencialmente causante de cáncer), y Los quince limpios (Clean fifteen) con su contraparte: los alimentos no orgánicos sin residuos de pesticidas detectados.
Mientras en la primera se relacionan las fresas, las espinacas, el kale, los melocotones, las manzanas, las uvas, los pimentones, las cerezas, los duraznos, las peras, el apio y los tomates, en la segunda, los menos cargados de sustancias potencialmente tóxicas son los aguacates, el maíz, la piña, las cebollas, la papaya, las arvejas congeladas, los espárragos, el melón, el kiwi, el repollo, los champiñones, el melón cantalup, los mangos, la sandía y la batata.
“Quienes saben de agricultura conocen muy bien la manera cómo se obtienen las fresas; estas demandan muchos procesos y sustancias que no son tan recomendables. Lo mismo me pasa con los ganaderos que conozco. Ellos saben el proceso de todo lo que ocurre, de todo el pus que segregan en los casos de mastitis y que a la larga termina metido en la leche… ellos no consumen leche”, explica el doctor Carlos Jaramillo quien sugiere hacer un ejercicio financiero al momento de elegir alimentos orgánicos.
Como lo dijimos arriba, efectivamente, se trata de productos más costosos; una buena alternativa será que te remitas a La docena sucia y si vas a invertir más dinero en algunos productos orgánicos, elige uno o varios de dicha lista y asegúrate que se limpien, siendo tus compras orgánicas del mes.

17. Nuevamente, duda Leer la palabra ‘orgánico’ en una caja de una importante marca, o en un producto que desde su empaque rompe la trazabilidad al saber que combina una caja de cartón y una bolsa plástica que en su interior ‘mantiene fresco’ por meses o inclusive, años el ‘alimento’, puede sonarte sospechoso. Así, que dudar, nuevamente, será indispensable. . esta lista por los alimentos menos modificados, para los más puristas del significado orgánico.

18. Trasciende la terminología Que sea kosher, vegano o libre de leche no garantiza que sea orgánico. Tampoco que diga que tiene aceite de canola no GMO hace a un alimento orgánico, al menos en su aporte de grasas. No GMO, refiere a la forma como crece la canola, pero no implica que sean no GMO la forma cómo se obtiene o se procesa. Puede ser un aceite de canola, efectivamente orgánico en el cultivo, porque la canola viene de un pequeño productor; pero si es refinado y adicionado con las sustancias químicas altamente inflamatorias con las cuales es habitualmente es procesado, no es completamente libre de GMO.

19. ¿Lavado orgánico? Sí, es nuestra manera de referir a esos alimentos que enmascaran su mínima o nula trazabilidad orgánica mediante juegos de palabras, información incompleta o confusa o, simplemente, suprimiéndola. Un ejemplo es todo lo que dice ‘menos’ en su tabla nutricional: menos azúcar refinada, menos GMO, menos grasas saturadas… “Finalmente son cosas que no quieres, así sean en menor cantidad; así diga cien por ciento jugo orgánico, no importa, el efecto de la fructosa suelta en tu salud será desastroso”, asegura el especialista en medicina funcional Carlos Jaramillo.

La importancia de revisar las etiquetas cobra mucha más fuerza en la creciente industria de lo orgánico. Y por ello, es vital conocer a fondo el tema, más allá de que al ver la tabla nutricional al costado de la característica caja que acompaña a muchos hogares al desayuno, leamos la palabra ‘orgánico’.
“Dice que tiene harina de trigo orgánica, azúcar orgánica y hasta tiene masmelos orgánicos, ¡qué maravilla!, apenas ara tener triglicéridos elevados, pero orgánicos; Diabetes orgánica, acné orgánico, síndrome de ovario poliquístico orgánico, infarto orgánico y cuidado intensivo orgánico”, finaliza el autor de El milagro metabólico, el doctor Carlos Jaramillo.