Sana a toda la familia: ¿cómo cambiar los hábitos de alimentación?

Más comida real, menos procesados y cero ultraprocesados. Así es la ecuación para sanarte y cambiar tus hábitos, a través de lo que pones en tu plato.


Lunes, 1:50 p.m. Continúas frente al computador terminando el informe que debes presentar a las dos en punto. Y aunque estás en casa, no tuviste tiempo de preparar tu almuerzo; bueno, de hecho ‘eso de cocinar’ no va contigo. Dejémoslo en que no tuviste tiempo de llamar a pedir tu almuerzo en el restaurante de siempre.

–Menos mal, mi hijo almuerza en el colegio y mi esposo sale y compra cualquier cosa cerca de la oficina –te dices a ti misma, mientras comes ‘cualquier cosa’, te peinas, te cambias la blusa, te maquillas y te vas conectando a Teams.

Y allí, delante de la pantalla, pasas toda la tarde; sin hacer pausas, ni siquiera para beber un vaso de agua. Inclusive, tampoco notas que llegó tu hijo, a pesar de que te ofreció un par de gomas cuando te saludó con un dulce beso en la frente. 

Al final del día tu hijo, tu esposo (quien llegó hambriento porque la pizza que ordenaron con los de la oficina llegó sin gaseosa y ‘a secas’, más de las tres porciones que comió, le resultarían todo un sacrificio) y tú, hambrientos y agotados al extremo, encuentran refugio en la cama comiendo, ‘cualquier cosa’.

Así transcurren la mayoría de tus días y los de tu familia, dándole a tu cuerpo ‘cualquier cosa’ y luego, no entiendes por qué la hamburguesa de los fines de semana le está produciendo a tu hijo una molestia estomacal a tu esposo, una alergia facial y a ti… ni siquiera una adición de papas fritas te motiva a salir de tus cobijas.

¿Te identificas? ¿Has pensado que el descanso para tu cuerpo y la cura a tus molestias y enfermedades está en tus manos? Y que inclusive, ¿entra por tu boca? 

Así lo ha confirmado nuestro director científico, el Doctor Carlos Jaramillo, quien nos comparte los pasos que, basados en la ciencia de la alimentación, nos guiarán en el camino hacia un cambio de hábitos para transformar nuestra salud física y mental. 

¡Sigue leyendo!



Eres lo que eliges (y comes)


A pesar del terreno ganado por la conciencia de alimentarse para sanar, con la pandemia y las nuevas dinámicas de trabajo flexible, “comer se nos volvió el arte de estar lleno o de comer cualquier cosa para salir del paso –como ha explicado en múltiples ocasiones nuestro director científico el Doctor Carlos Jaramillo– y es habitual oír: ‘me cogió la una de la tarde y me tocó comer cualquier cosa para que no me diera la pálida’. Ni siquiera hacemos consciente el acto de comer y cuando esto sucede, llenamos al cuerpo de cualquier cosa”.

De ahí, la importancia de reivindicar el acto de comer, dejar de verlo como el acto de estar lleno para seguir trabajando y, en su lugar, adoptarlo como un proceso de suministro de información de calidad para el cuerpo que comienza con la selección misma del alimento.

Para ello no solo los estudios son numerosos; las herramientas para hacer buenas elecciones en la mesa se multiplican y son cada vez más prácticas. Una de las más recientes fue desarrollada por el cardiólogo y profesor de medicina de la Universidad de Tufts, Boston (Estados Unidos) Dariush Mozaffarian. 

Se trata de Food Compass, un software que clasifica un alimento según su beneficio para la salud, basándose en un completo análisis de su impacto en enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y obesidad.



Cambia tu chip en 3 pasos


Luego de ser conscientes del acto de comer, es clave seguir con la transformación de hábitos alimenticios aprendiendo a discernir sobre el tipo de información que le das a tu organismo; para ello, vale la pena seguir tres savvyos consejos basados en la evidencia científica recolectada por nuestro nuestro director científico:

1. Come comida real. Pero ¿qué es comida real? No se trata de una moda ni una tendencia –a pesar de que suene algo sofisticada en países como Brasil, en donde se estudia bajo el nombre realfooding–; es un estilo de vida o una sencilla transformación en el plato, mediante el consumo de comida que no tiene empaque o etiquetas. “La que nos da la naturaleza en su forma animal o vegetal”, explica nuestro director científico quien indica que el porcentaje de su consumo debe alcanzar el 85 % de la ingesta total de alimentos. 

Aquí cabe la comida con mínimo procesamiento, pero nunca verás los ultraprocesados. 

¿Cómo la identificas? Tiene cero conservantes, disolventes, colorantes, saborizantes y demás sustancias artificiales. Revisa que lo que comes estuvo vivo y que su proceso de transformación fue sin químicos ni con semillas industriales (en el caso del ganado y los animales) . 

 

¿Cuáles son alimentos reales? Las carnes animales, las frutas, los vegetales, las nueces, leguminosas, los aceites de prensado en frío (de oliva, de aguacate o de coco) y las mantequillas con los máximos procesos campesinos, son los alimentos analizados y avalados por la ciencia, por sus beneficios al ser reales. 

 

2. Vuelve a la cocina de los abuelos y bisabuelos. Si bien en su época no era habitual el consumo de estevia o monkfruit  sino el de la panela como endulzante, esta no era sometida a un proceso de transformación química, como sucede con el refinamiento para producir el azúcar. 

3. Saca de tu casa lo que no es comida. Deja la de mínimo procesamiento como el café, la sal, y las especias (cúrcuma y jengibre en polvo son imprescindibles y caben en la alacena real), entre otros. Recuerda que la comida con mínimo procesamiento es la que que es sometida a una cocción y un proceso de secado con aire, pero que no tiene sustancias agregadas.  

Bonus:…

Recuerda que el poder está en tus manos y que, para hacer cambios reales en tus hábitos alimenticios, nunca debes dejar de preguntarte ¿para qué comes? ¿Para llenarte?, ¿para sanar? o ¿para darle información a tu cuerpo?

Tienes las herramientas. ¡Es tu turno de tomar savvyas decisiones!